7 consejos para escribir tu primera novela

¿Hace tiempo que te ronda por la cabeza una gran idea y finalmente te has decidido a sentarte delante del ordenador para escribir un libro?

¡Fantástico! Pero el primer paso para escribir no es abrir una página en blanco en el ordenador y ponerte a escribir el primer capítulo tal cual… Antes son necesarios otros pasos indispensables que te permitirán conocer a fondo la historia que desarrollarás. Es parte del proceso creativo planificar con coherencia todos los capítulos de la novela antes de la redacción propiamente dicha.

Tengo que decir que, en mis inicios, yo me lancé a escribir directamente sin tener conocimientos previos de teoría narrativa, y la verdad es me habría ido muy bien saber algunos consejos prácticos.

En este artículo quiero compartir con vosotros siete consejos básicos para escribir una primera novela (¡y no morir en el intento!).

 

1. Escribir la sinopsis

Sé que puede parecer ilógico empezar a escribir una novela a partir de la sinopsis, pero la sinopsis que aquí trabajarás no es la misma que la que saldrá en la contracubierta del libro y que intentará captar la atención de los lectores. La sinopsis que debes escribir en primer lugar será el punto de partida que te marcará el camino a seguir. Aquí tienen que constar todos los hechos claves de la obra. Sí, con spoilers, porque solo será para ti. Puede que no sea el argumento definitivo e irás introduciendo cambios, pero esto evitará que caigas en bloqueos literarios.

Se trata de escribir un texto dividido en tres párrafos que se corresponderán con el planteamiento, el nudo y el desenlace de la historia. Esta es la estructura clásica, pero en escritura es lo que se llama establecer las coordenadas del relato. Tienes que saber de dónde vienes para tener claro hacia dónde irás. Esto significa planificar minuciosamente cada escena de cada capítulo: qué personajes intervienen, qué localizaciones geográficas aparecen y qué acciones ocurren.

Para la primera novela, es mejor que trabajes una arquitectura sencilla, es decir, una obra sin muchas complicaciones argumentales ni con la intervención de múltiples personajes. La habilidad para escribir narraciones complejas la adquirirás con el tiempo y a medida que escribas (¡y leas!) mucho, es parte del proceso de aprendizaje.

 

2. Definir la voz narrativa

Debemos tener claro que, en novela de ficción, el narrador de la obra no es el propio autor, sino que es un personaje creado por el autor que tiene la misión de relatar la historia.

El punto de vista (PDV) es el ángulo desde el cual se explica la obra. Por ejemplo: no es lo mismo contar la historia de un crimen desde el punto de vista del asesino que del detective que le sigue la pista e intenta reconstruir los hechos.

El punto de vista lo escoge el autor antes de ponerse a escribir y es esencial para presentar a los personajes. Así pues, el narrador presentará la historia dependiendo del punto de vista elegido.

Hay diferentes tipos de narrador en función de la información de que se dispone a la hora de narrar los acontecimientos y también en función del punto de vista que se adopte.

A grandes rasgos, los tipos de narradores son:

  • Narrador en 1ª persona (narrador protagonista). El narrador se corresponde con el protagonista de la historia y narra los hechos en primera persona. Es testigo de todo lo que ocurre en cada escena.
  • Narrador en 1ª persona (visión múltiple). Aunque solo puede haber un único narrador por obra que utilice la primera persona, puede haber narradores múltiples. En este caso, estamos hablando de obras más complejas que tienen la implicación de muchos personajes y, por ejemplo, cada capítulo se explica desde el punto de vista de un personaje diferente. Este tipo de obras también se llaman obras corales.
  • Narrador en 3ª persona. Cuando se utiliza el punto de vista en tercera persona, el narrador no es un personaje del relato, sino una voz creada por el autor para contar la historia. Hay algunas variaciones de este tipo de narrador:

a) Narrador omnisciente. Es un narrador que lo sabe todo y conoce cada detalle de la historia con profundidad. Tiene un conocimiento total de los hechos y sabe qué piensan y sienten todos los personajes (incluidos los sentimientos, sensaciones, intenciones, planes, etc.)

b) Narrador equisciente. Este narrador se identifica con un personaje en concreto (aunque no son la misma persona). El narrador solo conoce y siente lo mismo que este personaje, que se convierte en central en la obra, y desconoce el resto de personajes.

c) Narrador deficiente. El narrador deficiente conoce menos cosas sobre la historia que el protagonista. Narra únicamente lo que puede ver y oír, sin entrar en la mente de ninguno de los personajes. Este narrador también se conoce con el nombre de narrador objetivo, porque no incluye ninguna subjetividad en su narración.

  • Narrador en 2ª persona. Al igual que en los puntos de vista en tercera persona, las historias narradas desde un PDV en segunda persona utilizan la voz de un narrador, con la particularidad de que aquí el narrador cuenta lo que tú haces, dices o sientes.

Recomiendo el libro Escribir ficción de la Gotham Writer’s Workshop, (Alba Editorial, 2014). Tiene un capítulo dedicado íntegramente a los tipos de narradores, muy útil para conocerlos en detalle.

 

3. Construir los personajes

Crear un personaje no es una tarea sencilla. Requiere cierta laboriosidad. Piensa que los personajes de una obra, especialmente el o los protagonistas, tendrán un peso fundamental en la historia y deben ser convincentes, verosímiles, que tengan fuerza narrativa y que estén dotados de profundidad.

Aunque hayas trabajado muy bien la trama, si los personajes fallan, el relato se desmorona. Así pues, aquí te dejo algunos puntos que debes trabajar a la hora de concebir un personaje:

  • Elabora una ficha con las características físicas (apariencia) y psicológicas (personalidad). Esta información te servirá para dotarlo de una identidad, pero sobre todo asegúrate de no caer en incoherencias. Es decir, su personalidad influirá en cómo reacciona a los acontecimientos del relato (si es una persona optimista actuará de una forma, y si es pesimista, de otra, etc.)
  • No todo es blanco y no todo es negro. El protagonista, por mucho que se identifique con el héroe de la historia, también puede tener una parte oscura. Esto no quiere decir que sea una mala persona, sino que tiene virtudes y defectos como todo ser humano. Por ejemplo, puede decir alguna mentira ocasionalmente, o puede tener secretos, intenciones ocultas, fobias o demonios personales que hacen que sea vulnerable e imperfecto. Esto lo humaniza y lo convierte en personaje redondo que, además, evolucionará a lo largo de la obra. Lo mismo ocurre con el antagonista: el villano de la historia no tiene por qué ser un personaje totalmente oscuro, sino que puede poseer una parte noble o bondadosa que permita al lector entender sus motivaciones.
  • Menos es más. No pretendas meter demasiados rasgos, virtudes y/o defectos en un solo personaje. La complejidad de un personaje no viene determinada por una biografía farragosa. Lo que tienes que hacer es identificar claramente de dónde viene (experiencias pasadas) para definir bien su meta y su propósito dentro del conflicto central. Trabaja a partir de un esquema básico y ve añadiendo complicaciones sin recargar el personaje en exceso.
  • Fracasos y éxitos. Es más interesante ver fracasar a un personaje y que tenga que esforzarse para alcanzar los objetivos que no verlo triunfar de manera fácil y desde el principio. Como autor, no tienes que ponerle las cosas fáciles al protagonista. Desafíale. Haz que sus propósitos se vean truncados por algún hecho inesperado. Si has trabajado el conflicto narrativo a fondo, podrás trazar los altibajos en la línea evolutiva del protagonista para que tenga interés narrativo. En otras palabras: sabrás cómo hacer que vaya desde el punto A hasta el punto B y que en el camino se encuentre con conflictos y también, naturalmente, algunas ayudas.
  • Cuida los personajes secundarios. Es lógico que trabajes mucho más los protagonistas que los secundarios. Sin embargo, los secundarios (o incluso los terciarios) pueden ser decisivos e influyentes en la trama. Tal vez no tengan un papel destacado, pero pueden proporcionar la clave al protagonista para entender ciertas cosas o pueden interactuar con él para hacer que la trama avance. Siempre resulta interesante encontrarse con un buen entramado de relaciones e interacciones entre el protagonista y los diferentes personajes con los que se va encontrando a lo largo del relato.

 

4. Trabajar los espacios

Antes de escribir la novela debes tener claros los lugares donde sucederán las acciones. Quizás no es necesario que sepas ya de entrada el nombre del bar donde un personaje se tomará una cerveza o el nombre de la calle por donde paseará, pero sí que deberías saber qué ciudades o países aparecerán, así como aquellos lugares que serán decisivos.

Me refiero principalmente al lugar donde vive el protagonista o aquellas localizaciones que deberías conocer más o menos en detalle para describir el ambiente o la caracterización lo más realista posible.

En el caso de que las localizaciones sean reales o identificables por el lector, con referencias geográficas concretas, es bueno que realices un trabajo exhaustivo de documentación e, incluso, de recogida de datos históricos y culturales. Cuanto más sepas de un sitio, más datos podrás aportar al lector, el cual podrá sumergirse y quedar seducido por el lugar donde lo transportas.

En cambio, si las localizaciones son inventadas o ficticias, lo que tienes que hacer es crear una ficha para cada ciudad, lugar o ubicación que incluya las descripciones, las especificaciones y las particularidades que la definen para asegurarte de no cometer errores ni caer en incongruencias en los diferentes capítulos. Esto también te ayudará a conceptualizarlo mejor a la hora de dejarlo por escrito y no tener que recurrir a la imaginación cada vez que quieras hablar de algo concreto.

 

5. Establecer el conflicto

El conflicto es absolutamente esencial en una obra, ya que sin conflicto no hay interés narrativo. Generalmente, el conflicto es la chispa que provoca un punto de inflexión en la vida del protagonista. También permite el desarrollo de la trama y, de hecho, es el desencadenante de los acontecimientos.

Un aspecto importantísimo a tener en cuenta es que lo que suceda debe ser trascendental para los personajes, es decir, cualquier acción que se produzca debe tener un efecto relevante para el protagonista para generar dinamismo y hacer avanzar la trama. Es cierto que los primeros capítulos de la obra sirven para introducir los personajes, pero conviene plantear pronto el conflicto y atrapar al lector antes de que se aburra con largas descripciones de presentación y deje la novela por falta de intriga, lo que me lleva al siguiente punto.

 

6. Generar intriga

El recurso de la intriga no es exclusivo del género negro ni de las novelas de suspense. Una novela romántica también puede tener intriga. Repito, la intriga no tiene por qué ser suspenso; esto se relaciona más con el hecho de captar la atención del lector con una trama interesante y unos personajes potentes y hacer que no pueda dejar de leer.

La clave es no dar toda la información de golpe, sino dosificarla. Hacer aparecer los elementos narrativos justo en el momento más conveniente para provocar interés.

Un consejo muy útil es terminar un capítulo con algún hecho que el lector no se espere, hacerle provocar alguna reacción, y enlazarlo con el inicio del siguiente capítulo, de esta manera tendrás el lector enganchado y no podrá parar de leer.

 

7. Leer mucho y analizar más

Este último consejo no es exactamente un recurso literario, pero sí constituye un mecanismo fundamental y necesario para aprender a escribir. Ahora bien, leer mucho no significa devorar tres novelas en una semana. Significa leer una novela con ojos de escritor y analizarla narrativamente mientras lees.

Intenta descubrir por qué el autor ha hecho que ocurran unas cosas determinadas en vez de otras, fíjate en cómo ha resuelto los conflictos, en cómo ha dispuesto las escenas para conseguir dinamismo, cómo ha dosificado la información para mantener la intriga, cómo ha complicado la vida del protagonista y como ha arreglado situaciones que parecían insalvables, qué ayudas o qué impedimentos ha tenido el personaje… Es en este tipo de cosas en las que debemos prestar atención, más allá de leer puramente por gusto y afición literaria.

Otra cosa que puedes hacer es leer novelas del género que estás escribiendo. Si escribes novela negra, busca autores y obras de este género y estudia las características principales para llevarlas a tu historia. Descubre patrones narrativos y llévalos a tu propio terreno, sumándole la originalidad de tu relato. Puedes hacer lo mismo con cualquier género: novela romántica, ciencia ficción o literatura infantil. Siempre va bien conocer los rasgos del género que has escogido para conseguir un resultado satisfactorio.